Hace un año que el Gobierno español anunció su apoyo a la propuesta marroquí sobre el Sáhara, afirmando que «España considera la iniciativa de autonomía marroquí como la base más seria, realista y creíble para resolver el diferendo».
Cada vez es más frecuente escuchar todo tipo de alusiones a este evento utilizando el término “volantazo”, empleado con alguna connotación negativa o peyorativa. Tal vez lo más mesurado y ecuánime sería llamarlo un giro o cambio de política exterior. Pero dado que nos estamos volviendo creativos con el etiquetado, podría ser más apropiado llamarlo un «giro».
Según la RAE, la definición de volantazo sería “un giro brusco y repentino dado al volante de un vehículo en movimiento”, generalmente un automóvil. Es cierto que en algunas ocasiones se puede producir un desvío brusco para evitar un accidente, pero si se hace sin una finalidad tan clara y precisa, puede parecer algo desconsiderado o temerario. Trasladado al ámbito que nos ocupa, podría definirse como un cambio rápido e inesperado de políticas, directivas, medidas, etc., aunque realizado de forma temeraria o incompetente.
Un golpe de timón está más asociado con condiciones adversas del mar. Se utiliza cuando el buque se dirige a encallar y es ineludible darle un tirón de timón, que sería un movimiento repentino y definitivo para cambiar de rumbo y salvar una situación límite.
Quizás sean expresiones similares, excepto que una se usa para la tierra y la segunda para el mar, pero mientras la primera denota lo anterior, la segunda transmite sobriedad y sentido de responsabilidad para cambiar un escenario complejo de manera urgente y necesaria.
Si bien es cierto que los términos y el momento de este reconocimiento de hace un año podrían haberse mejorado, no lo es menos que este gesto, que muchos han calificado de inesperado e ‘irresponsable’, no es ni más ni menos que el mismo gesto que ha realizado ya por doce países de la Unión Europea. ¿Estos también fueron saltos mortales? Al parecer, de estos 12 países, sólo España se dedica a la conducción temeraria y los demás, Alemania y Francia entre ellos, no están dando temerarios giros bruscos tratando de salir adelante de una situación que lleva ya medio siglo. beneficio de unos pocos y tragedia de muchos en los campamentos de Tinduf.
Recordad que esta lista de simpatizantes va creciendo poco a poco, siendo la última Austria hace unos días. Es cierto que este reconocimiento fue asimétrico y se produjo a diferentes ritmos, más o menos rotundos o incondicionales según los países, pero reconocimiento al fin y al cabo. Una adhesión masiva de los países de la UE a la propuesta de autonomía marroquí que no hace más que prolongar la adhesión que año tras año, en los mismos términos, trae el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en sus sucesivas resoluciones.
Por otro lado, la lógica nos dice que si un número cada vez mayor de países de la UE apoyan esta posición -y entre ellos se encuentran los más relevantes-, la propia UE acabará siendo la que actúe adhiriéndose como entidad a esta propuesta. A nadie debería extrañar, a este ritmo de afiliaciones es algo que podría ocurrir en el corto-medio plazo. De hecho, sólo tres días después del famoso «volantazo», la propia Comisión Europea se expresó de buena gana sobre este cambio de postura de España por medio de su portavoz de Asuntos Exteriores, Nabila Massrali, quien declaró que esta decisión beneficiaba las relaciones de los veinte siete con Marruecos.
Seamos serios, apoyar esta propuesta en estos términos no es el delito que nos quieren vender los tradicionales sectores inmovilistas favorables a una rápida resolución autonómica, en su momento, los clásicos incondicionales de la posición del Polisario.
La única realidad es que una autonomía tan amplia, como sugiere la propuesta, es la única solución realista a corto plazo, de modo que después de medio siglo una situación artificialmente prolongada, que debería haber sido corregida hace muchos años, puede ser definitivamente un final. . Una solución que debe estar por encima del dogmatismo o del romanticismo que ejercen cómodamente desde el salón de sus casas quienes apoyan al Polisario en Canarias y en España, los de siempre, sólo para satisfacer y engordar su ego militante. Todo ello mientras parte de la población saharaui, la más minoritaria en número todo hay que decirlo, sufre y muere viviendo en el desierto, rehenes del eterno viaje a ninguna parte en el que algunos, sus privilegiados líderes, los embarcaron en pos de utopías.
En términos bilaterales, y frente al discurso apocalíptico y beligerante de siempre, con alusiones distópicas a futuras invasiones o robos de aguas territoriales, España en general, pero Canarias en particular, por la proximidad, las relaciones históricas y la proyección africana que comparte con el territorio del Sáhara, ocuparían un lugar preponderante en una futura cooperación mutua. Las islas siempre han tenido una relación más estrecha con el Sáhara que con otros territorios, con lazos que se remontan a la época de la colonia española y que se prolongan hasta la actualidad. La autonomía es beneficiosa para todas las partes implicadas, pero especialmente para los países vecinos que, como en el caso de España, podrán así reforzar sus relaciones con Marruecos sobre bases políticamente sólidas.
Estamos en año electoral, y vale la pena recordar la probabilidad real de un cambio de gobierno a favor del Partido Popular. Pero si alguien espera un cambio de posición sobre el tema y un regreso a donde estaba antes, puede sentarse y esperar. A pesar de que todo este alboroto le ha servido a más de un partido de oposición durante el último año para atizar la política interna (un clásico, por cierto), la historia ya la conocemos. De hecho, Rajoy mantuvo dos reuniones de alto nivel con Marruecos durante su mandato, en 2012 y 2015, y declaraciones conjuntas de ambos abogaron por una solución política consensuada y mutuamente aceptable para el Sáhara. No muy lejos de la posición actual del PSOE, que Zapatero venía defendiendo desde 2007. Estos son dos ejemplos de que el volantazo no fue tanto.
Ni siquiera Podemos, que tanto gusta de alardear de su apoyo incondicional al Polisario, fue capaz de intervenir mínimamente en este. Aún resuenan las palabras de un enano Pablo Iglesias cuando le preguntan por este tema cuando aún era vicepresidente, cuando dice que “cuando se habla de política exterior, siempre tengo que decir que la posición de política exterior la define el ministro de Asuntos Exteriores”. Asuntos Sociales y el Presidente del Gobierno, con preocupación por la lealtad y el respeto por las competencias del otro”.
Parecería que aquellos que hablan sobre las chancletas de otras personas también parecen disfrutar haciéndolo de vez en cuando. Aquí es donde algunos amigos del Polisario olvidan sus principios y se aferran a los cálculos electorales oa no perder sus escaños. Siempre será mejor desviarse que estrellarse.
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