El agua entró después de que las juntas de silicona se soltaran de los agujeros donde pasaban los cables de proa a popa. Para reparar los agujeros, tuvo que quitar los cables que alimentaban los sistemas de medición de la temperatura del agua, la profundidad y la velocidad del viento.

Durante 12 días navegó hacia el noreste, cada vez más restringido por los sistemas de navegación dañados. Cuando de la Rosa llegó a Georgia del Sur, había viajado 2.380 km en 26 días a través de los mares más embravecidos del planeta. Ha viajado casi el doble de la distancia que viajó Shackleton entre la Isla Elefante y Georgia del Sur y está aún más impresionado con la hazaña de 1916 que antes.

«Con el bote de Shackleton, habría sido brutal», me dijo de la Rosa. «Debe haber sido un viaje aterrador».

El continente blanco sigue atrayendo gente al sur, a pesar de los peligros. Según la Asociación Internacional de Operadores Turísticos Antárticos (IAATO), 73.670 personas visitaron la Antártida en cruceros durante la temporada 2019-2020. Creen que la temporada 2022-23 podría volver a los niveles previos a la pandemia.

Incluso con decenas de miles de personas visitando el área, de la Rosa estaba feliz de no ver inconvenientes en su expedición oceánica o en Georgia del Sur. Los delfines lo acompañaban de vez en cuando y los petreles pasaban, lanzándole miradas inquisitivas.

“Aunque parece que los humanos dejamos nuestra marca en todas partes, apenas la vi aquí”, dijo de la Rosa. «Es algo de lo que deberíamos estar orgullosos y mostrarle al resto del planeta que es posible».

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