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El escritor es presidente de la Generalitat de Cataluña.
Cataluña es una nación europea, abierta al mundo y comprometida con los retos globales. Una nación con un rico patrimonio histórico, diverso y moderno, unida por su lengua, el catalán. Una nación cuyo persistente deseo de autogobierno se remonta a siglos atrás. Una nación que quiere ser libre, que quiere poder decidir democrática y pacíficamente cómo se gobernará. Una nación donde un número importante de sus ciudadanos, entre los que me incluyo, deseamos crear un nuevo Estado, independiente de España, pero trabajando con ella en el marco europeo.
Sólo seremos un Estado independiente si trabajamos intensamente en ambas direcciones: por el bienestar de nuestros ciudadanos y para hacer realidad su futuro democrático. La búsqueda de la libertad ha impulsado a los catalanes a lo largo de la historia. Hoy en día, casi el 80 por ciento de los ciudadanos cree que la disputa de soberanía debería resolverse mediante un referéndum. La prioridad de nuestro gobierno siempre ha sido llegar a un acuerdo con España, pero las autoridades españolas han rechazado sistemáticamente cualquier enfoque en esta cuestión. Su respuesta fue criminalizar el movimiento político democrático por la independencia catalana.
Tras las elecciones generales de julio en España se abrió un nuevo escenario. Pedro Sánchez asumió el cargo de presidente del Gobierno por tercera vez gracias a los votos necesarios de partidos independentistas catalanes como el mío, Esquerra Republicana. Esto nos da gran fuerza y responsabilidad democrática. Los votos catalanes jugaron un papel crucial para evitar que España fuera gobernada por una coalición que involucrara a la extrema derecha. Estos votos también fueron cruciales para forzar el inicio de una nueva relación entre Cataluña y España. Damos la bienvenida a esta nueva era de empoderamiento democrático que debería permitirnos acordar cómo y cuándo votaremos sobre nuestro futuro.
A través de nuestros votos, llegamos a un acuerdo sobre una ley de amnistía que otorgará plena libertad a los presos políticos y exiliados involucrados en la campaña independentista de 2017, así como a todos los miembros del movimiento democrático que sufrieron la represión estatal. Esta amnistía es totalmente legal y acorde con el Estado de Derecho español y europeo.
Nos enfrentamos a una oportunidad histórica. Sánchez debe ser valiente y demostrar, más allá de palabras conciliadoras, que realmente quiere resolver el conflicto de soberanía con Cataluña. Resolverlo como lo hicieron el Reino Unido y Escocia, o como lo hicieron Canadá y Quebec. Porque Cataluña está dispuesta a ganar o perder en un referéndum. Pero lo que no pueden pedirnos –lo que a nadie en el mundo se le debería pedir que hagamos– es que renunciemos a nuestros derechos nacionales.
Agradecemos los primeros pasos dados, pero el deseo de negociar no puede quedar supeditado a intereses partidistas a corto plazo para asegurar la toma de posesión del Primer Ministro o la continuidad del Gobierno. Sánchez tendrá que respetar sus compromisos y nos aseguraremos de que así lo haga. Somos responsables, pero también somos exigentes.
Cataluña no requiere nada extraordinario. Sólo pregunta lo que tantos otros países, ahora miembros de pleno derecho de la ONU, ya han pedido. No pide nada que suponga un ataque a otro país del mundo, y menos aún a España, con la que queremos mantener excelentes relaciones de vecindad dentro de la UE. Simplemente queremos tener la oportunidad de decidir nuestro propio futuro.
El gobierno español debe aprovechar esta oportunidad, porque es la mejor manera de reforzar su estabilidad. La voluntad de un pueblo persistente es muy fuerte. Nuestro compromiso con la negociación es también un compromiso con la estabilidad, en un contexto europeo que enfrenta muchos desafíos. Seguiré trabajando hasta lograr democráticamente la independencia de mi país y no me dejaré intimidar por nada ni nadie. Por responsabilidad hacia la voluntad democrática de los ciudadanos de Cataluña y porque es una causa justa y equitativa.
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