En una declaración del director en el sitio web de la película, Fesser dice que quiere dejar «mucho espacio para el espectador». [without] aislar a alguien o decidir quién tiene razón o no».
En España, donde se formó la controvertida organización católica Opus Dei, tal descargo de responsabilidad probablemente sea tácticamente válido, pero parece un poco deshonesto: cualquiera que salga de Camino pensando que el fanatismo religioso no ha sido criticado seriamente es probablemente un fanático religioso.
La película, que ganó el año pasado los premios Goya de España, está inspirada en el caso de Alexia González-Barros, una española que murió a los 14 años en 1985 de un cáncer de columna y que aún es considerada santa. Sabemos que un destino similar le espera a la protagonista de 11 años (Nerea Camacho) desde la primera escena, en la que muere en una cama de hospital, rodeada de sacerdotes y médicos. Varios meses antes, es una joven enérgica y sobrenaturalmente piadosa, que sobresale en clase y está ansiosa por ingresar a una producción local de teatro infantil.
No es el menor de los atractivos de este último el apuesto joven Cuco (Lucas Manzano), cuyo verdadero nombre es Jesús (un apodo común en España, aunque la ambigüedad que permite tiene mucho significado dramático más adelante).
Cuando la radiante Camino comienza a experimentar dolores de espalda repentinos, estamos preparados para lo peor de una forma en que ella y sus padres (Mariano Venancio y Carme Elias) no pueden estarlo. Fesser nos ahorra poco al describir con precisión el arduo proceso de diagnóstico erróneo y maltrato, y despliega una poderosa pero no muy sutil variedad de simbolismos para equiparar su sufrimiento con la pasión de Cristo.
Lo que convierte esto de la enfermedad de la semana en un drama apasionante es el contexto: los padres de Camino son miembros súper devotos del Opus Dei; su hermana mayor (Manuela Velles) es novicia en uno de los conventos de la organización; y el grupo presiona a los padres para que hagan de su hija un símbolo de fe inquebrantable frente al sufrimiento.
El estilo exuberante y melodramáticamente embriagador de Fesser, que usa mucho CGI en secuencias de ensueño, puede ser demasiado para algunos gustos y, a pesar de todo su ritmo vigoroso, probablemente sea media hora demasiado larga. Pero está repleto de encantadores toques visuales y metafísicos y aunque me parece inequívocamente subversivo, de ninguna manera es una mera diatriba anticatólica.
De hecho, cavilar sobre la posibilidad de un Dios injusto está mucho más cerca del respeto que del sacrilegio. En cualquier caso, es una película atípica, que te hace pensar y que es preciosa.
Desechar: Nerea Camacho, Lucas Manzano, Mariano Venancio, Carme Elias, Manuela Velles
Director: Javier Fesser
Tiempo de funcionamiento: 143 minutos
Clasificación: M (lenguaje ofensivo, el contenido puede molestar). En español con subtítulos en inglés
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