Sergio Pascual
Muchos de nosotros habíamos pensado que probablemente se llegaría a un acuerdo, pero sí, es triste que solo se haya logrado después de un desacuerdo muy público. Su votante promedio no entiende que tales disputas son naturales en las negociaciones, especialmente cuando busca redefinir el equilibrio de poder entre diferentes fuerzas. Suceden en todo el espectro político, pero en la izquierda española recurrimos cada vez más a este tipo de disputas en público, lo que desanima a muchos votantes, que solo quieren un trato rápido e indoloro.
Pero más allá de estas consecuencias inmediatas, el acuerdo establece un nuevo equilibrio entre las distintas sensibilidades que conviven en la izquierda española. Dentro de este espacio político tienes varias formaciones de izquierda nacionalistas y regionales (como [Coalició] Compromís en Valencia, Más Madrid en la capital o Los Comunes en Cataluña), la izquierda eurocomunista de Izquierda Unida, con su tradición sindical y su reivindicación de luchas obreras; una izquierda posmaterialista representada por Íñigo Errejón; y una izquierda combativa y protestante representada por Podemos.
En 2015/16, cuando Podemos estaba en su apogeo, estas múltiples corrientes se unieron bajo el liderazgo de Pablo Iglesias pero sin reglas claras para su continua convivencia. Como primer responsable de la organización de Podemos, participé en el establecimiento de esta fórmula, que se apoyó mucho en el liderazgo carismático de Pablo, pero en realidad la homogeneidad que logró simplemente oscureció las diferencias de fondo que estallaron después.
Por otro lado, este acuerdo reconoce explícitamente el pluralismo de estas distintas corrientes. También busca representar mejor su peso competitivo en el momento político actual, que es bastante distinto al de hace ocho años cuando Podemos hizo su avance inicial. En 2015, su retórica combativa estuvo a tono con los tiempos y su hegemonía fue aceptada por unanimidad. Pero en el momento posterior a la pandemia, las personas exigen mayor certeza y una política que ofrezca soluciones a sus preocupaciones materiales, que el estilo de liderazgo distintivo de Yolanda encarna mucho mejor.
Sin embargo, en realidad, el éxito de Sumar como nuevo actor político no solo se medirá por el resultado de su elección el próximo mes, sino también por su capacidad para construir estructuras institucionales sólidas en el futuro. Queda por ver si puede sobrevivir al ciclo electoral actual o si esta coalición simplemente implosionará ante el primer revés importante. Esa es la tarea mayor de los responsables de Sumar: lograr que este acuerdo electoral no sea sólo un acuerdo electoral, sino que se convierta en la base para construir una organización de izquierda capaz de sobrevivir a los altibajos electorales e instaurar una mayor democracia interna. .
«Social mediaholic. Estudiante. Incapaz de escribir con los guantes de boxeo puestos. Especialista en alcohol sin disculpas».