Nuestra dependencia del turismo y los servicios hace que, varios meses al año, la mitad de los puestos de trabajo disponibles procedan del sector de la hostelería. El cierre de bares, restaurantes y hoteles ha puesto de relieve la fragilidad de este modelo y condena a otra generación a la precariedad y la falta de oportunidades. Nuestra economía y nuestro sistema educativo necesitan una reforma coordinada para ayudar a frenar el ciclo perverso que está haciendo que las crisis de España sean más largas y dolorosas.
La Gran Recesión de 2008 podría haberse transformado en una profunda reforma educativa centrada en la innovación, el emprendimiento y la formación. En cambio, España optó por reducir sobre el gasto en educación y evitar cualquier reforma importante, manteniendo a los docentes en empleos precarios. Si la historia es una indicación, estamos a punto de repetir el mismo error.
El poder transformador de la educación ha sido una fuerza impulsora en China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur durante las últimas décadas. Pero no necesitamos mirar sólo a los países asiáticos: Portugal, nuestro vecino ibérico, lanzó importantes reformas educativas en 2000 que transformaron su resultados escolares y llevó a sus alumnos al nivel de los mejores de Europa, gracias a escuelas públicas de calidad.
España necesita una revolución educativa al estilo portugués, empezando por la formación, la evaluación y la retribución justa de las personas a las que confiamos la tarea de educar a nuestros hijos. Más allá de los recursos, la modernización de las escuelas y universidades requerirá una revisión completa de los programas y una reformulación de los métodos de enseñanza y aprendizaje. Debemos priorizar urgentemente el pensamiento crítico, la creatividad, el debate racional, el civismo y las humanidades.
Pero no son los políticos, ni este periodista, quienes deben diseñar las escuelas del futuro: son los expertos quienes, desde hace años, formulan propuestas y alertan contra un deterioro que sólo podrá revertirse cuando nuestra sociedad cambie sus prioridades. El filósofo José Antonio Marina, que lleva décadas pidiendo un cambio, tiene razón. quejarse“La educación no interesa a nadie excepto a los padres de niños en edad escolar. »
Hasta que estas prioridades cambien a nivel social, tampoco cambiarán para nuestros políticos. Aunque la pandemia de coronavirus ha expuesto una de nuestras peores debilidades como nación, seguiremos siendo el país donde la educación nunca tendrá la ventaja de la diversión.
David Jiménez (@DavidJiménezTW) es escritor y periodista. Su libro más reciente es “El Director”.
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